miércoles, 20 de diciembre de 2017

EL ESPIRITU DE LA NAVIDAD


                Se aproxima de nuevo el solsticio de invierno y con él la celebración de la Festividad Cristiana de la Navidad, ¿pero que es lo que celebramos realmente?
                Para los que practican en convicción la religión cristiana, no hay duda que la celebración es la del nacimiento del Niño Jesús, el salvador, el Dios hecho hombre.  Y aquí entramos en las dudas y discrepancias, tanto internas como exteriorizadas de un montón de gente, que según les marquen sus pautas mentales les llevaran a interpretar cada uno a su forma, y casi siempre arrimando el ascua a su sardina, quien era realmente Jesús, que quería decir y como deben aplicarse sus enseñanzas. ¡Las que nos han llegado claro¡
                Pero si nos centramos estrictamente en la naturaleza, en el planeta en el que habitamos y sus leyes físicas, ¿de qué estaríamos hablando?, pues estaríamos hablando de ciclos, simples ciclos que se repiten una y otra vez.
                Existen ciclos de un año, de varios años, e incluso de milenios, pero todos son repetitivos hasta que se produce la transformación, transmutación o el cambio, que a su vez genera otra serie de ciclos.
                Por supuesto en los ciclos y forma de vivir la experiencia de que se trate, influyen factores determinantes, como puede ser el clima, la ubicación, la temporalidad, etc. Pero siempre está presente en los ciclos, que por eso son tales, una constante, la muerte. Al final de cada ciclo se produce una muerte, sino total, al menos parcial, y de esta forma se regenera una nueva vida, una nueva experiencia.
                Lo que olvidamos es que todo el Universo, todo cuando existe en nuestra realidad es energía, todo está compuesto de ella y la energía ni se crea, ni se destruye, simplemente se transforma. Por tanto los ciclos, más cortos o más largos, son simplemente manifestaciones de la energía que experimenta cambios y transformaciones.
                Volviendo al tema central, hemos dicho que se celebra a nivel religioso el nacimiento de Jesús y a nivel de otras formas de entender las culturas, el solsticio de invierno, es decir la muerte para dar vida.
                Aquí es donde yo quería llegar, a que observáramos con detenimiento estas dos afirmaciones, nacimiento y muerte, que contravienen el principio energético que antes hemos expresado. ¿Y qué otra cosa es tanto Jesús, como la naturaleza, sino una manifestación energética? ¿Qué somos nosotros, sino una simple manifestación energética? Y si todo es un compendio de manifestaciones energéticas y estamos hablando de un origen común de una energía primaria, ¿todo es parte de una sola cosa? ¿todo es cíclico dentro de una eternidad?
                Ante estas preguntas, donde queda el concepto de individualidad. Como se puede aceptar y dar por hecho que yo soy solo la materialización física manifestada en este espacio-tiempo, en esta dimensionalidad. De acuerdo que he de vivir y experimentar con toda intensidad esta experiencia, pero porque o quien me ha hecho olvidar la realidad ineludible de mi origen y esencia. En realidad en este momento, esto último carece de importancia, es una circunstancia más de la experiencia, lo importante para mí aquí y ahora es lo que quiero proponerte.
                Te propongo que dejes de darle importancia a esta experiencia física. Te propongo que dejes de ver a los demás como meros seres humanos. Te propongo que dejes de creer que algo es de tu exclusiva propiedad. Te propongo que dejes de identificarte solo con lo físico-temporal de esta realidad. Te propongo que dejes de aspirar a ser el mejor en tu ámbito social y de buscar el reconocimiento y admiración de los que comparten contigo esta experiencia material.
                Te invito a que reflexiones sobre tu realidad, sobre donde radica verdaderamente tu esencia. Pregúntate donde radica realmente tu mente, tu espíritu. ¿Si solo existe energía, que ni se crea, ni se destruye, y tú eres energía, que eres realmente? ¿De qué formas parte, o mejor dicho, no eres tú y todo cuanto te rodea, física, emocional y espiritualmente un solo ente, organismo, o como te apetezca llamarlo?
                Si, estás leyendo bien, te estoy llamando Dios, te estoy llamando Luz, te estoy llamando Esencia pura. ¿No lo ves? ¿No lo crees? Porque no intentas hacer un ejercicio de introspección y dejando todo a un lado, viajas a tu centro, a tu corazón, al corazón del corazón. Y el que no lo veas o no lo creas, no significa que no lo seas, simplemente que aun no has despertado.
                Te invito a que ahora en este mes de diciembre, te preocupes de celebrar tu renacimiento, tu despertar, tu toma de conciencia y tu desapego absoluto de todo aquello que te limita, que te cuarta, que te impide redescubrir lo que en verdad eres. Cree en ti, en tu origen y en tu esencia.
                Feliz renacer y bienvenido a la realidad. Abrazote.
               

                

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